Jenny estaba bajo la ducha, temiendo el impacto del chorro de agua helada. Había oído a sus amigos comentar que las duchas frías son buenas para la salud, pero no podía imaginar cómo sería esa experiencia “escalofriante”. Al comienzo, no pudo evitar tiritar, pero en cuestión de segundos percibió que sus músculos se tensaban y que su ritmo cardíaco aumentaba. Tras unos minutos, comenzó a sentirse vigorizada y fresca. Y abandonó la ducha sintiéndose más despierta.
También había escuchado que las duchas frías mejoran la inmunidad, disminuyen la inflamación y combaten la depresión. Aunque todavía no daba fe de esas afirmaciones, Jenny reconocía que había encontrado una especie de “fuente de la juventud”.
La ducha es un hábito saludable que todos tenemos, donde preferimos agua tibia o caliente porque parece más relajante y agradable. No obstante, ducharse a temperaturas inferiores a 10 grados centígrados es beneficioso para nuestra piel y otras funciones de nuestro organismo.
1 – Estimula el sistema inmunitario. Con una ducha fría, el cuerpo reacciona inmediatamente, estimulando y fortaleciendo el sistema inmunitario, para protegernos contra los virus y las infecciones.
2 – Piel más sana y luminosa. Cuando nos duchamos con agua fría, la piel conserva su firmeza y elasticidad. Por el contrario, cuando lo hacemos con agua caliente, la piel tiende a secarse y las arrugas aparecen de la noche a la mañana.
3 – Mejora la circulación. Para las personas con problemas de circulación, el agua fría es una de las terapias más eficaces: promueve la buena circulación sanguínea y distribuye mejor el oxígeno y los nutrientes por todo el cuerpo.
4 – Evita las venas varicosas. Al mejorar la circulación y provocar la contracción vascular, el agua fría evita la aparición de venas varicosas o las reduce visiblemente.
5 – Descongestiona los órganos internos. Una ducha con agua fría produce la contracción vascular y una descongestión de los órganos internos. Además, las toxinas e impurezas fluyen a los poros y desaparecen.