A Emma siempre la impulsaron a beber tanta agua como fuera posible para mantenerse hidratada, joven y sin arrugas. Un día, empezó a sentirse mal. Su estómago no podía retener alimentos o líquidos y vomitaba con frecuencia. Mareada y desorientada fue trasladada de urgencia al hospital, donde los médicos le diagnosticaron “intoxicación por agua”.
Emma había consumido tanta agua que su cuerpo se había sobrecargado de líquidos, con un desequilibrio en los niveles de electrolitos. Para colmo de males, sus riñones estaban afectados y corría el riesgo de sufrir un infarto.
Los médicos estabilizaron su delicado estado de salud, administrándole electrolitos por vía intravenosa. Afortunadamente, mejoró en una semana. A partir de entonces, Emma siempre escucha a su cuerpo y bebe agua con moderación. Su preocupación por las arrugas pasó a un segundo plano.
Porque sudan más, los hombres requieren más líquidos que las mujeres. Pero como las damas creen a ciegas que el agua las transforman en más saludables y delgadas, beben la mayor cantidad posible. No obstante, hay limitaciones. Si bebe mucho, no será mejor, sino peor, porque siempre hay amenaza de intoxicación. Como la dramática historia de Emma.
El organismo de un adulto aguanta hasta siete u ocho litros de agua por día, pero los médicos y otros especialistas recomiendan no beber más de dos a tres litros al día.
La “hiperhidratación” (intoxicación por agua) afecta al corazón, los riñones, el cerebro y los pulmones. Los pacientes con problemas cardíacos, renales y hepáticos deben prestar atención al consumo diario de agua.
Los corredores inexpertos tienden a beber mucho (hiponatremia asociada al entrenamiento), lo que genera desórdenes circulatorios. Para equilibrar el nivel de sal y potasio en la sangre, los médicos aconsejan bebidas deportivas isotónicas o comer palitos de sal.
Según algunos estudios, los síntomas de hiponatremia aparecen si alguien bebe de 3 a 4 litros de agua en un período corto, como en una hora.