El calor era intenso aquella mañana y el sol ardía sin piedad sobre Fort Myers, en Florida. Muchos lugareños y turistas gozaban de las playas del golfo de México, pero Juan Carlos, nuevo vecino de la ciudad, tenía dificultades para acostumbrarse a los brillantes días de verano.
Después de comprar unas gafas de sol, Juan Carlos se sintió más cómodo. A los 15 días empezó con dolores de cabeza y mareos. El médico le diagnosticó “fatiga ocular” por el uso de unas gafas de sol de plástico sin protección contra los rayos solares. Esta es solo una historia entre miles, con el mismo final.
Llevar gafas, anteojos o lentes de sol ofrece muchas ventajas, como disimular una resaca, crear misterio en el ambiente, esconderse o escapar de los paparazzi. No hay dudas de que los verdaderos beneficios de este popular accesorio se pierden cuando la moda u otros intereses se imponen. Sin embargo, proteger los ojos es lo más importante.
La ciencia avanzó mucho y hoy los trasplantes de córnea y el tratamiento con láser mejoran la vista. No obstante, sería mucho mejor si solucionáramos el problema desde el comienzo, simplemente usando unas saludables gafas de sol. Por desgracia, muchos no se dan cuenta de que sus ojos sufren demasiado: los rayos ultravioleta (UV) dañan irreparablemente la retina y la córnea, con trastornos como cataratas y degeneración macular.
Las gafas de sol reducen el riesgo de cáncer de piel en los párpados y alrededor de los ojos. Y también, contribuyen a minimizar la aparición de patas de gallo y arrugas con la edad.
La luz ultravioleta UV-A y la UV-B activan los melanocitos en la piel, que producen melanina (“bronceado”). Mientras que la radiación UV-B provoca quemaduras por el sol, la UV-C es absorbida por el ADN y es la causa más probable de cáncer de piel.
En cualquier lugar en que la gente veranea, hay montañas de gafas de sol. Pero, debe ser muy, muy cauteloso con las “baratas”, porque a pesar de que los comerciantes aseguran que mantienen al sol fuera de sus ojos, producen más molestias que bienestar.
❎ Las gafas de sol baratas no protegen contra los rayos UV, sino que engañan a sus ojos para que piensen que todo alrededor es oscuro cuando en realidad no lo es. Resultado: las pupilas se ensanchan y dañan la salud. El mejor consejo es ¡arrojarlas a la basura!