Los estadounidenses pobres con asma se enfrentan a constantes problemas para la gestión de su enfermedad respiratoria: desde viviendas dilapidadas a la violencia en el vecindario y la depresión, muestra una nueva investigación.
El estudio ofrece una instantánea de las vidas de los pacientes de asma que viven en barrios marginados de Filadelfia, desde el punto de vista de los trabajadores de salud comunitaria que les visitaron a domicilio.
Es un panorama triste, y los expertos en asma lo llamaron “esclarecedor”.
Las visitas a domicilio revelaron que la mayoría de los pacientes carecían de empleo y con frecuencia vivían en viviendas hacinadas en mal estado: las fugas importantes de agua, el moho, los roedores y las cucarachas, todos desencadenantes potenciales del asma, eran comunes.
Las personas también afrontaban con frecuencia afecciones médicas múltiples, como por ejemplo diabetes e hipertensión. Y también había el estrés de la vida cotidiana. Muchos se enfrentaban a la violencia en su vecindario, carecían de transporte y de familiares o amigos que les ayudaran.
“Se puede ver lo desesperada que está esta gente”, dijo la Dra. Elina Jerschow, profesora asociada en la división de alergia e inmunología del Colegio de Medicina Albert Einstein, en la ciudad de Nueva York.
Jerschow, que no participó en el estudio, comentó el trabajo de los investigadores. “Buscaron a los pacientes menos alcanzables, los que no vienen a la clínica, los que tienen la menor cantidad de recursos y los que son más vulnerables”, señaló.
En la práctica cotidiana, los médicos por lo general se enfocan en recetar medicamentos para el asma, anotó Jerschow.
Pero este estudio, aseguró, resalta un hecho importante: afrontar el asma va mucho más allá del seguro de salud y las recetas.