La manera probada de evaluación de vacunas conlleva administrar una vacuna a las personas y entonces permitirles que vivan sus vidas normales. Los voluntarios del estudio son monitorizados a lo largo de un periodo de meses o años, para ver cuántos se infectan y qué efectos secundarios desarrollan.
Un atajo implicaría ensayos clínicos de desafío humano, en que las personas reciben la vacuna experimental y entonces se infectan con el coronavirus en un laboratorio.
“Se comenzaría con personas jóvenes”, señaló Poland. “Se les administraría una vacuna experimental. Se les llevaría a otro centro y se les expondría de forma deliberada al virus, reconociendo que no tenemos ningún tratamiento seguro, reconociendo que pueden ocurrir complicaciones de manera impredecible. Pero nos enteraríamos muy rápidamente si la vacuna protege y si provoca efectos secundarios”.
Por su parte, Poland no cree que la COVID-19 plantee un riesgo lo suficientemente grave para los humanos en este momento como para justificar ensayos de desafío.
“Supongamos, por ejemplo, que el virus muta y ahora no mata a un porcentaje bajo de los infectados, si no que mata a un 30 por ciento”, postuló Poland. “No tenemos suficientes antivirales para tratar a todo el mundo, y aún no tenemos una vacuna. Quizá, en esa situación, aceptaría una vacuna que no se ha evaluado por completo. ¿Pero la aceptaría en la situación actual?”.
Otra forma de acelerar la evaluación sería otorgar la autorización de uso de emergencia a los candidatos a vacunas potentes, dijo Poland.