Más de la mitad de los pacientes a quienes les recetaron analgésicos opiáceos recibieron más de los que necesitaban, según un estudio reciente en EE. UU. Y muchos compartieron los fármacos o no los guardaron de forma segura, indica la nueva encuesta.
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El estudio de más de mil adultos a quienes les recetaron OxyContin o Vicodin muestra cómo algunos estadounidenses tienen un acceso ilícito a analgésicos adictivos. Esos patrones contribuyen a la epidemia de abuso de analgésicos recetados y muertes por sobredosis en el país, dijeron los investigadores.
Más de uno de cada cinco pacientes admitieron que “habían compartido un opiáceo con otra persona, principalmente para ayudar a esa otra persona a gestionar el dolor”, apuntó la autora líder del estudio, Alene Kennedy-Hendricks, científica asistente del departamento de políticas y gestión de la salud de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore.
Además, más del 60 por ciento de los que tenían opiáceos de sobra dijeron que los conservaban para “un uso en el futuro”.
Y casi la mitad de los que habían recibido recientemente una receta de opiáceos dijeron que no recordaban que les hubieran hablado sobre el modo de almacenarlos de forma segura para mantenerlos fuera de las manos de otras personas.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. han advertido a los médicos sobre los peligros de recetar analgésicos de forma excesiva, debido al riesgo de adicción. La dependencia de los analgésicos también aumenta las probabilidades de consumo de heroína, una droga más barata con efectos similares a los opiáceos, señaló la agencia. Según los CDC, las muertes por opiáceos recetados se multiplicaron por más de tres en Estados Unidos entre 1999 y 2014.
En el estudio, los investigadores encuestaron en 2015 a 1,055 adultos a quienes se habían recetado opiáceos en el año anterior. Casi un 47 por ciento tomaban opiáceos en el momento de la encuesta. Se preguntó a todos sobre su propio consumo de opiáceos, sus hábitos de almacenamiento de los opiáceos, y si habían compartido sus medicamentos con otras personas.
Casi seis de cada 10 dijeron que tenían o anticipaban tener analgésicos de sobra, hallaron los investigadores.
De los que recordaron que habían recibido información sobre el almacenamiento, apenas un tercio dijeron que esas instrucciones provinieron directamente del médico o el enfermero. Los paquetes del fármaco o el farmaceuta eran la fuente de esos consejos en más o menos un 45 por ciento de los casos.
Además, menos de uno de cada 10 pacientes dijeron que guardaban sus opiáceos bajo llave, mientras que apenas alrededor de un 20 por ciento dijeron que guardaban los fármacos en un lugar por lo menos con “cerrojo”.
También, no muchos sabían cómo deshacerse de los medicamentos sobrantes de forma segura.
“Debemos hacer que para las personas sea más fácil y cómodo deshacerse de sus opiáceos sobrantes”, dijo Kennedy-Hendricks. “En años recientes han habido esfuerzos por ampliar los lugares de desecho y los recolectores aprobados, pero quizá no ha sido suficiente”.
Sin duda, los profesionales de la atención sanitaria deben desarrollar formas más efectivas de ofrecer información sobre el almacenamiento y la eliminación de forma segura de esos riesgosos analgésicos, añadió.