Los jóvenes no se separan fácilmente de sus smartphones, pero si quiere que sus hijos duerman bien de noche y se mantengan en un peso sano, limitar el tiempo frente a las pantallas a la hora de irse a la cama parece ser esencial, sugiere una investigación reciente.
Unas encuestas con padres revelaron que usar un smartphone o ver la televisión a la hora de irse a la cama se vinculaba con un índice de masa corporal (IMC) más alto. El IMC es un estimado de la grasa corporal basado en la estatura y el peso.
Y usar cualquier tecnología a la hora de dormir (teléfonos celulares, la televisión, computadoras portátiles, iPads y videojuegos) se vinculó con dormir aproximadamente una hora menos, un sueño de peor calidad y, algo que no sorprende, fatiga matutina.
La única buena noticia del estudio es que el uso de la tecnología no pareció aumentar el riesgo de problemas de atención.
“Los padres deben tener una conversación con el pediatra de su hijo sobre el uso de la tecnología adecuado según la edad”, recomendó la autora líder del estudio, Caitlyn Fuller.
“Los niños y adolescentes deben dormir bastante tiempo, así que pídales que apaguen los aparatos tecnológicos antes de irse a la cama. Y no permita que tengan el teléfono celular al lado mientras duermen”, aconsejó Fuller, estudiante de medicina en el Colegio de Medicina Hershey de la Universidad Estatal de Pensilvania.
Pero es importante anotar que aunque el estudio encontró asociaciones entre el uso de la tecnología a la hora de dormir y algunos resultados negativos, no se diseñó para probar una relación causal.
Más o menos un 40 por ciento de los jóvenes tienen su propio teléfono celular ya en quinto curso, según las notas de respaldo del estudio. Y ahora hay juguetes infantiles electrónicos y basados en las tabletas para niños incluso más pequeños, anotaron los autores del estudio.
Para tener una idea de cuál es el impacto de toda esa exposición a la tecnología en los niños y adolescentes, los investigadores reclutaron a los padres de poco más de 200 jóvenes para que completaran una encuesta sobre el uso de los productos tecnológicos, los hábitos de sueño, la capacidad de atención, y el peso y la estatura corporales. Los jóvenes, de 8 a 17 años de edad, fueron reclutados en dos clínicas de la Universidad Estatal de Pensilvania, una de ellas una clínica de obesidad.