EL Alzheimer afecta a los hispanos más que a cualquier otro grupo étnico. Es una horrible enfermedad mental progresiva que no tiene cura y las personas que más la sufren no siempre son las que padecen la enfermedad, sino las que se convierten en cuidadores a tiempo completo. Este fue el caso de Rosita Perez, cuya madre fue diagnosticada con Alzheimer a los 60 años.
Isabel Solero llevaba una vida normal, rodeada de sus hijos y su marido, le encantaba cocinar, tenía un trabajo y todo le iba bien hasta que su familia empezó a notar un comportamiento extraño. “Mi madre tenía 4 hijos y empezó a confundir nuestros nombres, a perder las llaves y a perder cosas”, explica Rosita Perez. Al principio, su familia no le dio mucha importancia, pero cuando se hizo más frecuente e incluso comenzó a aparecer en la escuela para recoger a su nieto a las horas que no tocaba, sabían que algo andaba mal.
“Mi hermana consiguió que visitara al doctor y después él le hizo algunas preguntas básicas, como quién era el presidente, qué día de la semana era, qué hora era, y ella se equivocó”, dice Perez. Le recetaron medicación, pero eso no supuso gran diferencia. El Alzheimer es una enfermedad progresiva y, aunque hay medicamentos disponibles, estos solo ayudan a enmascarar los síntomas de la enfermedad, pero no tratan la enfermedad subyacente.