En un pintoresco pueblo al pie de una montaña nevada en Ushuaia, sur de Argentina, residen dos buenos amigos: Alex y Ethan. En una tarde invernal, Ethan compartió con Alex un desconcertante fenómeno. Con una expresión de inquietud, exclamó: “Jamás imaginarías lo que me ocurre cuando el frío se apodera del cuerpo. Mi presión arterial se dispara, al punto de experimentar un desequilibrio físico y mental preocupante”.
Con ceño fruncido, Alex preguntó: “¿Has consultado un doctor?”. Ethan confesó que no, asumiendo que esta peculiaridad era exclusiva de él. En su intento de arrojar luz sobre este misterio, Alex investigó y descubrió que Ethan padece una rara afección: el “Fenómeno de Raynaud”. El frío provoca la contracción excesiva de los vasos sanguíneos, lo que, a su vez, eleva la presión arterial. Sin embargo, el impacto de las bajas temperaturas en la hipertensión no es exclusivo de este fenómeno.
Según un reciente estudio de la Asociación Estadounidense del Corazón, el clima ejerce un sorprendente control sobre la hipertensión. En épocas al punto de la congelación, el organismo contrae sus vasos sanguíneos para conservar el calor. Lo que inevitablemente se traduce en un incremento de la presión arterial. El invierno no solo trae consigo la contracción de vaso. También repercute en la hipertensión de diversas maneras.
La estación invernal aminora la actividad física y agudiza el apetito por alimentos ricos en calorías. Dos factores que inciden directamente en la hipertensión. Menos exposición a la luz solar daña la producción de vitamina D, que es un regulador crucial de la presión arterial. Los platos salados típicos del invierno, como las sopas y los guisos, aumentan la ingesta de sodio, y también la presión.
Es esencial controlar más la presión durante los meses invernales. Esto engloba una dieta baja en sodio, ejercitarse regularmente y gestionar el estrés. Aproximadamente dos mil millones de adultos de entre 30 y 79 años padecen hipertensión en todo el mundo. No hay continente que esté libre de esta enfermedad,
La hipertensión dificulta la circulación sanguínea. Así agrava el riesgo de enfermedades cardiovasculares y otras complicaciones. La presión arterial es la fuerza de la sangre contra las paredes de las arterias mientras fluye por el cuerpo. Su medición se compone de dos números diferentes. La presión arterial sistólica representa la presión máxima en las arterias cuando el corazón late o se contrae. La presión arterial diastólica mide la presión más baja en las arterias cuando el corazón está relajado. La presión arterial normal es 120-130 mmHg para la sistólica y 80-90 mmHg para la diastólica.
“HG” se refiere a la presión arterial medida en milímetros de mercurio (mmHg). Es una forma estándar de determinar si una persona tiene hipertensión o no.
La presión arterial alta es una medición sistólica de 140 mmHg o más y una lectura diastólica de 90 mmHg o más.
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