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Cordova, quien usa el nombre RaqC, se crió en una familia trabajadora de cinco integrantes en Riverside, California. Su mamá, Cecilia Alvarado, cocinaba todas las noches e insistía en que todos comieran juntos, a pesar de que trabajaba tiempo completo, intentaba  lanzar su propio negocio, era voluntaria en la iglesia a la que pertenecía la familia y estaba al tanto de los horarios ocupados de sus tres hijos.

Esa tradición quizás le haya salvado la vida a Alvarado. Una noche, cuando Cordova tenía doce años, estaba sentada frente a su mamá y notó queella estaba más cansada y estresada  que de costumbre.

“De pronto se le torció la cara, y en cuanto nos dimos cuenta, se desplomó”, dijo Cordova.

Aunque la familia no lo sabía en ese entonces, la cara caída de Alvarado era una señal típica de un ataque cerebral, en conjunto con la debilidad del lado izquierdo de su cuerpo que causó que se colapsara.

La familia inmediatamente llevó a Alvarado a una clínica médica cercana donde le diagnosticaron un ataque cerebral isquémico leve, o uno causado por la obstrucción del flujo sanguíneo en una arteria que lleva sangre al cerebro. Le dieron medicamento para disminuir los efectos.

Alvarado dejó de trabajar un tiempo para recuperarse en casa y recobrar su fuerza, pero transcurrieron varias semanas antes de que le desapareciera el entumecimiento.

Raquel Cordova y su mamá, Cecilia Alvarado.

El ataque cerebral es la quinta causa de muertes en los Estados Unidos, y la causa principal de discapacidad. El reconocer rápidamente los indicios de un ataque cerebral e inmediatamente buscar tratamiento juega un papel importante en mejorar los resultados del paciente.

Después de su ataque cerebral, todo cambió para la familia.

“Fue un abrir de ojos para todos nosotros”, comentó Cordova. “Nos dio un grado de consciencia más allá de lo que comíamos, sino más bien de todo factor –como el estrés y el llevar echarse demasiado encima”.

Alvarado, quien tenía entonces treinta y seis años, había estado tomando medicina para la presión arterial alta desde que tenía veintitrés años. Pero no había tomado en serio que su presión arterial alta era un factor de riesgo principal para un ataque cerebral y que era algo prevenible. También tenía antecedentes familiares de enfermedad cardíaca, otro factor de riesgo del ataque cerebral.

“Uno piensa que no le va a pasar nada, pero cuando pasó, todo se hizo claro”, dijo Alvarado. “No le prestaba atención a mi salud. No era suficiente el tomarme la medicina. Tenía que cambiar mi vida”.

Aproximadamente el ochenta por ciento de los ataques cerebrales isquémicos se pueden prevenir por medio de factores relacionados al estilo de vida y el control de otros factores de riesgo, como la presión arterial alta.

La mala dieta de la familia, otro factor de riesgo para enfermedad cardíaca y ataque cerebral, fue lo primero que cambiaron. Aunque Alvarado siempre cocinaba para su familia, los menús eran principalmente comidas ya preparadas.

En las cenas servían ensaladas de lechuga iceberg con un aderezo cremoso ranch y platos fuertes como pedazos de pescado congelados o Hamburger Helper. A menudo los domingos, la familia daba a los niños un gustito con una comida en McDonald’s.

“Todo eso paró”, dijo Alvarado.

Cordova recuerda que no siempre sintió entusiasmo por algunos de los cambios en el menú, como las verduras de color verde oscuro que reemplazaron la lechuga iceberg. Las crujientes piernas de pollo ahora se servían sin la piel.

“Para animarnos, mi mamá nos decía que la comida nos iba a poner fuertes como Popeye”, recuerda. “No fue fácil, pero después de un tiempo, ya no extrañaba esas cosas”.

Alvarado también redujo su estrés al tomar menos compromisos, delegar más y soltar más las riendas.

“Tuve que aprender que no todo se podía hacer a mi manera”, dijo. “No importaba si los niños no doblaban las toallas o no hacían el supermercado como yo lo hacía. Se hacía de todas maneras”.

Los cambios que hizo a su vida le dieron resultados a Alvarado, quien tiene cincuenta y siete años y se siente mejor que nunca. Se pasa los días aconsejando a otros sobre los beneficios de comer sano.

“Considero que mi ataque cerebral es una bendición”, dijo. “Si no habría tenido ese abrir de ojos y cambiado mi vida, habría tenido un ataque cerebral fatal más adelante”.

Para Cordova, la experiencia de su mamá le dio una perspectiva diferente sobre cómo vivir la vida, por medio de tanto la alimentación como el balance de su trabajo con otras responsabilidades.

“Mi mamá realmente nos inculcó la importancia de respetar los cuerpos y la salud”, dijo.

Cordova, quien ahora vive en Los Ángeles, comparte a menudo la historia de su mamá por medio de sus varias plataformas en redes sociales, con la esperanza de concienciar a otras latinas jóvenes sobre la importancia de no solo prestar atención a la salud del corazón, sino también hablar del tema. Está a cargo de una organización sin fines de lucro llamada Amigas 4 My Soul (Amigas por mi alma) que organiza fiestas de acondicionamiento físico y conferencias para empoderar a mujeres. Hace poco, Cordova y Alvarado compartieron su historia en un evento de Go Red Por Tu Corazón para mujeres hispanohablantes en Los Ángeles.

“Hasta que a mi mamá le dio el ataque cerebral, nosotros nunca hablamos sobre qué significaba ser sano”, comentó. “Quiero que las personas eviten el estrés, los malos hábitos de comida y el miedo de pedir ayuda cuando la necesitan”.

Fotos cortesía de Cecilia Alvarado

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