¿Puede el sexo mejorar la salud de un paciente con Parkinson?
Tal vez, al menos en algunos.
Eso afirma un nuevo estudio de dos años que monitorizó los hábitos sexuales y la progresión de la enfermedad de 355 pacientes con Parkinson.
“Esto concuerda con los datos que muestran una relación estrecha entre la salud sexual y la salud general, tanto en individuos sanos como en pacientes con enfermedades crónicas”, comentó el equipo del estudio, compuesto de italianos y británicos y dirigido por la Dra. Marina Picillo, profesora asistente en el Centro de Enfermedades Neurodegenerativas de la Universidad de Salerno, en Salerno, Italia.
Picillo y sus colaboradores concluyeron que los pacientes de sexo masculino en etapa temprana que eran sexualmente activos sí experimentan una progresión más “leve” de la enfermedad y una pérdida menos dramática de habilidades motores y otros síntomas de la enfermedad, en comparación con los que no lo son.
Pero hay una complicación. El hallazgo solo parece aplicar a los hombres.
¿Por qué? La respuesta no está clara. Pero un factor podría ser que los resultados de la investigación estuvieran sesgados, dado que se inscribieron el doble de hombres que de mujeres (238 hombres frente a 117 mujeres).
Además, los autores del estudio apuntaron que las mujeres experimentan síntomas distintos de Parkinson que los hombres. Y las mujeres “son menos propensas a hablar sobre los temas sexuales y genitales, debido a las actitudes sociales”, escribió Picillo.
Aun así, ella y su equipo de investigación dijeron que los hallazgos ameritan la atención de los especialistas en trastornos del movimiento, quienes podrían considerar el historial sexual de un paciente como una herramienta para predecir o incluso influir en la progresión de la enfermedad de Parkinson.
Si es así, el hallazgo podría al final ser una gran noticia para alrededor de 1 millón de estadounidenses que la Parkinson’s Foundation estima que vivirán con la enfermedad en 2020.
Por un lado, la enfermedad neurodegenerativa puede ser muy debilitante, y presentar síntomas como temblores incontrolables, problemas para caminar, rigidez y encorvamiento, mareo, problemas de equilibrio y lentitud.
Además, no hay cura ni prevención conocidas para el Parkinson, y los síntomas pueden ser difíciles de tratar.
Entonces, los investigadores decidieron ver si una vida sexual activa podría ayudar.
Los participantes del estudio tenían unos 57 años cuando fueron diagnosticados con Parkinson por primera vez. Al inicio del estudio en 2005-2006, se había calificado que todos tenían una enfermedad en “etapa temprana”.
Todos se sometieron a pruebas de la discapacidad motora y a evaluaciones de salud mental antes de completar una entrevista de salud en que se les preguntó sobre su salud cardiaca general; sus hábitos de sueño; la fatiga, el dolor o la apatía; el estatus estomacal y urinario; las habilidades de atención y memoria; los cambios en el peso corporal y la condición respiratoria.
También se preguntó a los pacientes si habían tenido relaciones sexuales y/o disfunción sexual en el año anterior.
Resultó que los hombres dijeron que eran dos veces más sexualmente activos que las mujeres. Mientras dos tercios de los hombres dijeron que tenían relaciones sexuales, apenas un tercio de las mujeres dijeron lo mismo.
Al mismo tiempo, casi la mitad de los hombres se quejaron de disfunción eréctil y problemas con el orgasmo, y la actividad sexual se redujo en cierta medida en todos los participantes durante los dos años de seguimiento.
Aun así, el equipo de Picillo concluyó que los hombres que participaban en actividad sexual mostraban una discapacidad motora menos grave y una mejor calidad general de vida que los que no. Las mujeres no tuvieron la misma suerte.
En reacción al estudio, el Dr. Adolfo Ramírez Zamora, de la Universidad de Florida, enfatizó que “la asociación entre una vida sexual activa y la mejora en los síntomas motores y no motores es importante”. Ramírez Zamora es profesor asociado de neurología y experto educativo de la Parkinson’s Foundation.
“Concuerda con el concepto de que mejorar la función sexual aumenta el placer, la comunicación y la satisfacción en las parejas, aumenta la intimidad de la relación, y reduce el estrés y los síntomas [del Parkinson]”, apuntó Ramírez Zamora.
Al mismo tiempo, anotó que la “hipersexualidad” es un “trastorno de control de los impulsos bien establecido y común” en los pacientes con Parkinson que toman una clase de fármacos conocida como agonistas de la dopamina, que incluyen a pramipexol (Mirapex) y a ropinirol (Requip).
Esos medicamentos pueden ayudar a los pacientes al activar un receptor del cerebro que produce dopamina, que se sabe que ayuda a regular el movimiento. Pero eso también podría significar que el tratamiento (en lugar del sexo) fuera lo que contribuyera a una mejor calidad de vida.
Entonces, Ramírez Zamora advirtió que no se debe sacar ninguna conclusión firme sobre el rol del sexo en la progresión del Parkinson hasta que se complete más investigación.
Picillo y su equipo reportaron los hallazgos en una edición reciente de la revista European Journal of Neurology.
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Para más información sobre el Parkinson, visite la Parkinson’s Foundation.