Cuando pensamos en un indigente, nos imaginamos personas adultas pero nunca niños. En gran parte de nuestros países latino americanos, vemos mucha pobreza y mujeres con sus hijos mendigando dinero. No sabemos sus historias y la mayoría de veces pasamos de largo sin pensarlo si quiera. Cada persona tiene una historia diferente y Roy Juarez Jr. ha cumplido la misión, con el fin de ayudar a otros, de compartir la suya.
En Estados Unidos hay 1,6 millones de personas sin techo, incluyendo niños. Juarez y su familia eran víctimas de la violencia doméstica. Cuando su madre descubrió que su padre le estaba siendo infiel, le pidió el divorcio. Fue entonces cuando su padre se volvió violento y en un intento de huir, de lo que en otros tiempos había sido su hogar, los hermanos tomaron rutas distintas, yéndose a vivir con los amigos y familiares que les acogían. Excepto Juarez, que no encontró ningún hogar, así que pasó a ser un indigente con tan solo 14 años y vivió con lo que tenia en su mochila durante dos años y medio.
Vagaba por las calles intentando encontrar algo para comer, incluso recuerda comer paquetes de kétchup para mantenerse vivo. Una vez se coló en un hotel donde se estaba realizando una conferencia. Consiguió una comida gratis y escuchó una charla de Lieutenant Colonel Consuelo Castillo que le cambió la vida.
Ese día fue a la casa de un pastor y le pregunto si podía vivir en la iglesia, a cambio él la limpiaría. El pastor se negó y en su lugar se lo llevó a él a su hermano pequeño a vivir a su casa, con la condición de volver al colegio. Se graduó en el instituto con 20 años y se matriculó en un Community College (Universidad Comunitaria).
Desgraciadamente, no le iba muy bien y le pusieron en periodo de prueba académico.
Un día, el decano le pidió que presentara a un orador para un evento que tenia lugar en la escuela. “Era Consuelo, la misma persona de hace 7 años, así que la presenté como la persona que me había dado una segunda oportunidad y nunca lo supo”, dice Roy Juarez Jr.
Ella fue la persona que le motivó a hacer un cambio en su vida y esta vez tenía la oportunidad de hablar con ella. Ella le ofreció trabajar como becario en su compañía y tres meses después, le pidió que se marchara. “Estaba molesto pero ella no me estaba despidiendo, solo quería que volviera a la escuela, terminara la universidad y tuviera un futuro mejor”, explica Juárez.