Para mantener a los demás participantes involucrados, se pagaban pequeños incentivos semanales en efectivo (de menos de 3 dólares estadounidenses), independientemente de cuántos pasos registraran.
Además de los pasos, los investigadores midieron los niveles de actividad física de moderada a vigorosa y los resultados de salud, incluyendo el peso, la presión arterial sistólica (la cifra superior), la capacidad aeróbica y la calidad de vida.
A los seis meses, el grupo del efectivo era más activo que el grupo de control. También fue el único grupo con un aumento en los pasos diarios en comparación con las medidas iniciales.
Además, un 88 por ciento de los del grupo de efectivo siguieron usando el Fitbit durante seis meses, frente a un 62 por ciento de los grupos que solo recibieron el Fitbit y el de caridad.
Pero cuando se dejaron de dar los incentivos, apenas un 10 por ciento de los participantes de todos los grupos siguieron usando el dispositivo.
Las personas abandonaron los dispositivos porque no obtuvieron nueva información, explicó Finkelstein.
“Si uno es inactivo, es inactivo. No hay que ver la pantalla”, comentó.
Al final del periodo de 12 meses del estudio, los niveles de actividad del grupo con el incentivo “no solo volvieron al punto de partida, sino que en realidad empeoraron un poco”, señaló Finkelstein.
El estudio aparece en la edición del 4 de octubre de la revista The Lancet Diabetes & Endocrinology.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
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