En teoría, la solución es simple: una figura delgada y un cuerpo sano dependen de una dieta equilibrada y ejercicios. Hay quienes huyen de los carbohidratos o cuentan estrictamente las calorías, y también están los eternos seguidores de “dietas milagrosas”. Sin embargo, la euforia se desvanece cuando aparece el temido efecto “yo-yo”.
Con un chocolate en la oficina o una pizza para sepultar el mal humor, todos buscamos dulces o comida chatarra en entornos estresantes. Esto no es censurable, siempre que la “mala alimentación” no se vuelva una rutina que estimula el aumento de peso, la insatisfacción, la frustración y otras emociones negativas.
Entonces, ¿es posible que la hipnosis modifique el interruptor de la mente que boicotea los planes de buena alimentación para crear una silueta envidiable?
El hipnotizador busca eliminar los comportamientos negativos por positivos: en lugar de tener deseos de dulces u otras malas costumbres, la hipnosis impulsa pautas para bajar de peso.
En general, cualquier persona acude a un hipnotizador, independientemente de su forma física. La hipnosis es más útil para aquellos que han fallado en las dietas convencionales, una y otra vez, y regresan a sus viejos patrones alimentarios.
Los hipnotizadores serios no son los que hacen todo un espectáculo o show, donde duermen a sus víctimas en segundos con el chasquido de los dedos. Eso es para los circos.
El buen hipnotizador investiga primero por qué el paciente sufre de obesidad. Además de la alimentación, enfoca la atención en el estado emocional y psicológico, para garantizar que el tratamiento de hipnosis sea el más adecuado.
Mediante una fórmula o ejercicio de concentración, el hipnotizador consigue que el paciente se relaje profundamente. En ese estado, el cerebro está más receptivo para sustituir los hábitos poco saludables por nuevos patrones de comportamiento.