Comenzó con un dolor agudo en la nuca y se extendió a las sienes. Al principio, mi amigo Eduardo intentó ignorarlo, con la esperanza de que desapareciera rápidamente. Tomó medicamentos para aliviar el sufrimiento, pero no hubo cambios. Era como si una mordaza le sujetara el cráneo. No podía razonar con nitidez, sus pensamientos estaban confusos, y el trabajo, la familia y los amigos pasaron a un segundo plano.
Acudió al hospital, donde le diagnosticaron una migraña severa, le recetaron medicamentos y le aconsejaron que descansara.
Los dolores de cabeza son incómodos y difíciles de prevenir. Fluyen automáticamente cuando estamos bajo presión, e incluso ocasionan desmayos.
Hay múltiples cefaleas, clasificadas en función del foco del dolor y los síntomas. La Sociedad Internacional de Cefaleas asegura que hay más de 150 tipos de dolores de cabeza.
Con más de 60 % de afectados, la cefalea tensional es la más común, por la tensión en los músculos de los hombros, del cuello, del cuero cabelludo y de la mandíbula. Es causada por malas posturas, largas horas en un sillón de la oficina o conduciendo, insomnio, estrés emocional y depresión.
Esta enfermedad provoca bajas laborales, noches sin dormir y, por consiguiente, irritabilidad. Nadie quiere soportar un dolor de cabeza que dure mucho. No obstante, los ataques repentinos son inevitables y pueden producirse varias veces al día.
Algunos son graves. Problemas vasculares y sangrado en el cerebro causan dolores intensos en la cabeza y en un ojo. Si el dolor es repentino, buscar atención médica urgente.