Quizá el resfriado común no tenga cura, pero una cucharadita de miel podría calmar el sufrimiento, concluye una nueva revisión de la investigación.
Hace mucho que los padres usan la miel para aliviar las gargantas y la tos de los niños, probablemente porque sus propios padres lo hacían. Y la revisión de 14 ensayos clínicos encuentra que la ciencia lo respalda.
En general, los adultos y los niños que recibieron miel tuvieron ataques de tos que fueron menos intensos y menos frecuentes que los que recibieron la “atención usual”, incluyendo los jarabes para la tos de venta libre, los medicamentos para el resfriado y las alergias, y los analgésicos.
Y aunque quizá la miel no sea una panacea para todos los síntomas del resfriado, darle una oportunidad es razonable, aseguraron los expertos.
En parte, esto se debe a que los medicamentos para la tos y el resfriado que se venden en las farmacias no funcionan bien y pueden tener efectos secundarios, señaló el Dr. Ruggell Greenfield, un especialista en medicina integral que no participó en el estudio.
“La realidad es que no tenemos una buena terapia convencional para el resfriado común”, comentó Greenfield, director clínico de Novant Health Integrative Medicine, en Charlotte, Carolina del Norte.
Por el contrario, la miel podría ser útil, y es en gran medida segura y relativamente barata.
La excepción, apuntó Greenfield, son los bebés. Los niños menores de 1 año no deben recibir miel, debido al riesgo de botulismo.
La miel tiene siglos de historia como remedio popular, incluso como bálsamo para el dolor de garganta y la tos. En la nueva revisión, investigadores de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, reunieron las evidencias recientes sobre si el néctar en realidad funciona.
Encontraron 14 ensayos clínicos que se habían realizado desde 2007. La mayoría se enfocaron en los niños, pero en cinco participaron adultos. Cada uno evaluó a la miel en comparación con los medicamentos estándar para la tos y el resfriado, o un placebo.
En general, la miel superó a la atención usual para limitar la tos.
“La mayoría de los estudios se enfocaron en la tos, y las mejores evidencias son sobre la tos”, comentó la autora principal de la revisión, Hibatullah Abuelgasim, estudiante de medicina de la Oxford.
Algunos estudios observaron a otros síntomas. Un estudio en adultos, por ejemplo, midió la irritación en la garganta, y encontró que la miel parecía acelerar la recuperación.
Dada la naturaleza de la miel, que es sobre todo benigna, “es razonable probarla, sobre todo si reemplaza a unas alternativas potencialmente nocivas”, planteó Abuelgasim.
Una de esas alternativas potencialmente nocivas son los antibióticos, que se recetan de forma común para los resfriados. Esto es a pesar de que los antibióticos eliminan a las bacterias, y por tanto, no funcionan contra los virus que provocan a los resfriados.
En algunos casos, una persona con un resfriado podría desarrollar una infección bacteriana secundaria y necesitar medicamentos para tratarla, anotó Greenfield. Pero, dijo, “los resfriados, por definición, no responden a un antibiótico”.
¿En qué consiste la magia de la miel? Según Greensfield, no está del todo claro.
La miel contiene antioxidantes, anotó, y la investigación sugiere que tiene actividad antimicrobiana y antiinflamatoria. También ayuda a recubrir las membranas mucosas, dijo Greenfield, lo que podría ofrecer cierto alivio.
Además, es dulce y “no sabe mal”, apuntó. “En la medicina integral, no pasamos por alto al efecto placebo, sino que intentamos usarlo”.
En cuanto a la mejor forma de usar la miel (en cucharaditas o mezclada con té, por ejemplo), los ensayos no tienen la respuesta. Usaron varios modos de administración, indicó Abuelgasim.
¿Cuál es su consejo? “Quizá lo mejor sea tomar lo que usted prefiera”.
Pero, dado que el mundo está en medio de una pandemia, incluso una tos se debe tomar en serio, según Greenfield.
“Hoy en día es algo distinto”, observó.
Entonces, antes de recurrir al autocuidado con la miel, cualquiera que desarrolle una tos u otros posibles síntomas de la COVID-19 debe consultar al médico, añadió Greenfield.
Los hallazgos se publicaron en la edición en línea del 18 de agosto de la revista BMJ: Evidence-Based Medicine.
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