El nuevo estudio se enfocó mayormente en los niveles de azúcar en sangre de las personas dos horas después de consumir una comida, algo que también se conoce como la respuesta de glucosa postprandial.
La investigación ha vinculado habitualmente las respuestas de glucosa alta tras la comida con un aumento en los riesgos de obesidad, diabetes tipo 2 y otros problemas de salud, dijo el coinvestigador Eran Segal, que también es científico del Instituto Weizmann.
Esa es la premisa de las llamadas dietas de índice glucémico bajo, que indican a las personas que eviten los alimentos que tienden a desencadenar un gran aumento en el azúcar en sangre. La lista de cosas a evitar incluye el pan blanco, las papas, la avena instantánea y ciertas frutas.
Pero en el estudio actual hubo varias sorpresas, según Segal.
“Observamos una amplia variabilidad (en las respuestas de azúcar en sangre) cuando ofrecimos a las personas comidas idénticas”, comentó.
“Con el pan blanco, algunas personas no mostraron casi ningún cambio en la glucosa, mientras que otras mostraron una gran respuesta”, dijo. “Algunos tuvieron unas respuestas más altas al pan con mantequilla que al pan solo”.
Segal apuntó que eso contradice la creencia popular de que añadir grasa a los carbohidratos simples controla de forma fiable la respuesta de azúcar en sangre.
Los hallazgos se basan en 800 adultos israelíes que ofrecieron información detallada sobre sus dietas, estilos de vida y antecedentes médicos. Durante una semana, usaron una aplicación de smartphone para registrar todas sus actividades diarias, lo que incluía los alimentos que consumían, mientras unos monitores de glucosa rastreaban los cambios en el azúcar en sangre tras las comidas.
Cada participante también proveyó una muestra fecal para que los investigadores pudieran analizar su “microbioma” intestinal, que es el conjunto de bacterias que reside en el sistema digestivo. Investigaciones recientes han sugerido que la composición del microbioma podría tener un rol importante en el riesgo de obesidad y afecciones de salud, como la diabetes, de una persona.
Los participantes del estudio consumieron mayormente sus comidas normales, pero los investigadores les ofrecieron desayunos idénticos para poder comparar sus respuestas a la misma comida tras un ayuno.
En general, hubo una variación “inmensa” en las respuestas de azúcar en sangre ante alimentos particulares, dependiendo de la persona, según Segal. Por ejemplo, en el caso de una mujer los investigadores sospechan que los tomates eran un factor importante de los aumentos marcados en el azúcar en sangre.
Eso se basa en el hecho de que los tomates formaban parte de todas las comidas que provocaron que su azúcar aumentara, explicó Segal.
En un paso final, los investigadores crearon dietas individuales para 26 personas, mediante la inclusión de todos sus datos en un algoritmo que predijo qué alimentos provocarían grandes aumentos en el azúcar en sangre y cuáles no.