Los médicos pueden distinguir los trastornos mentales de las emociones y conductas típicas de un niño que está creciendo al evaluar los signos y los síntomas, los antecedentes familiares y el nivel de discapacidad, explicó el grupo pediátrico.
Un niño podría tener dificultades con su vinculación afectiva con alguno de los padres o cuidadores, por ejemplo, o presentar problemas de sueño o del apetito. Algunos podrían realizar conductas perturbadoras o sufrir un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). A otros se les podría diagnosticar un trastorno de estrés postraumático.
Estos problemas también podrían provocar un estrés significativo para las familias, añadió Gleason.
“Si un niño de 3 años no duerme, no solamente es ese niño el que no puede dormir”, señaló.
Los niños pequeños expuestos a traumas, abusos o a negligencia son especialmente vulnerables, según la AAP.
Dichas adversidades tempranas afectan a su seguridad física, a su preparación para la escuela y a su capacidad para interactuar con otros, señaló el grupo. Y los efectos adversos pueden persistir en la edad adulta.
Los padres, los legisladores y a veces incluso los proveedores de salud no logran ver que los niños pequeños están afectados por las cosas que ocurren a su alrededor, explicó Gleason.
Las propuestas del grupo para acabar con la laguna en el tratamiento se incluyen en una declaración de política publicada en línea el 21 de noviembre en la revista Pediatrics.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
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